miércoles, 4 de marzo de 2009

Viernes 3am

Pinta que se muere para no morir, para no tener que matarse. Intuye que su generación está buscando un mártir. No quiere ser él. Dice que tiene poco tiempo.

«Descalzo. Desnudo. Pinta. Anda vertiginoso el pincel. Un toque aquí. Más rojo en aquel lado. Ilustra su caída, horrible, infinitas variantes. Oscuro. 5 metros por 3. El óleo se extiende. Cubre los sitios exactos. Pincelada, ruina. Otro toque negro, agonías. Me mira, sonríe. Yo boca abajo, desnuda en la cama veo una danza macabra. Ceremonia chamanista de sexo y destrucción. Entierros, bruma, lluvia, sangre, desesperanza. Pinta. Más alcol. Hemmer en el equipo. Concierto Total, opus 49, grabado en San Juan por Pau Casals en el otoño de 1957.»

Hace miles de años un tipo pintó un bisonte en una cueva, pensó que si podía pintarlo se apropiaría de él. Cazarlo después sería sencillo. Esto es al revés. tony piensa que si pinta el bisonte no tendrá que matarlo.

De un lado del espejo y del otro las cosas son distintas. Tocas con tu mano derecha la mano izquierda de tu imagen. Pocas veces lo adviertes. Todo parece ir bien hasta que intentas leer y el cristal devuelve las letras en un orden extraño.

Las diferencias pueden ser mayores.

La chica de la izquierda acaricia el arma. Está desnuda pero lleva gafas. Ha preparado con detalle el escenario. Fantasea. La pistola en su boca. Juegos eróticos. Imagina que la pistola puede sentirla. Sonríe. Sabe que no lo va a hacer. Es tan solo un divertimento. Si fuera a suicidarse preferiría pastillas. Que la encontraran hermosa, que fueran excitantes las fotos del forense, y circularan, robadas, por la red. Es poética, teatral, un poco dandy. No le haría gracia terminar entre un charco de sangre, con el rostro destrozado y medio cerebro por el suelo de casa.

La chica de la derecha está demasiado agobiada para posar. No piensa en poesía, ni en gestos. Cierra los ojos. Se acerca el revolver (es uno antiguo, de cañón corto) a la sien. La mano tiembla. Repasa sus motivos. Desesperación. Cambia de idea y se pone el cañón debajo de la mandíbula. Demasiadas cosas en la cabeza. Lleva unos vaqueros y una blusa blanca de tirantes. Está descalza. No ha hecho notas, ni despedidas.


El espejo tiene dos lados. También un punto medio, más bien un plano medio que divide sus dos mundos. Para unos es el cristal, para otros más adentro, quizás en el azogue (ahora se usa aluminio).

En verdad este centro es mucho más sutil, el sitio donde realmente ocurren las cosas. Ahí una tío escribe no sé qué de bisontes y escribe que una chica escribe que escribió un relato cuando era adolescente.

La de la derecha no se decide, deja la pistola en la mesa de noche. Cae sobre la cama y llora llora llora llora llora
La chica de la izquierda, desnuda, sin gafas, tiene los ojos cerrados y la pistola en la boca, acaricia el gatillo. En un impulso irracional dispara.


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