viernes, 29 de febrero de 2008

Sin que se entere Charly

Don Augusto duerme. Lo último que recuerda es su mano sosteniendo un vaso de Whisky. Mira, Tonito, decía, hay que ser breve, dos veces breve. El sueño es en colores. Pesadilla lisérgica de Disney. Danzan elefantes rosa. Danzan lobos. Danzan zorras y ovejas. Todos celebran al dinosaurio que baila en el centro. El dinosaurio es grácil. El dinosaurio es verde. El dinosaurio es hermoso, elegante, fúlgido, feliz. Dentro del sueño Tito ríe y aplaude. En algún momento comienza a hacerse la luz. Los espejismos se van diluyendo. Donde había bestias bailando sólo queda aire. Es lo normal. Son sueño los sueños. Pero cuando despierta aún ve al puto bicho. La madre, dice, tengo que llamar a Mario.

jueves, 28 de febrero de 2008

El Narrador III

No sé si quedó clara una cosa hace un par de días cuando hablaba de las voces narrativas. En ningún caso hay que confundir esa voz que nos cuenta la historia con el escritor físico. Quiero decir, cuando Cien años de soledad comienza "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo." Quien está diciendo estas palabras no es en absoluto Gabriel García Márquez, sino un "ente" narrativo, alguien de quien se sirve el escritor Gabriel García Márquez para contarnos la historia de la familia Buendía.

Cuando Herman Melville comienza Moby Dick diciendo "Llamadme Ismael", está dejando claro que a partir de ese momento es este Ismael quien deberá responder por lo que dice y lo que opina desde la primera persona gramatical en que narra.

Es más, cuando Bukowski relata en primera persona cosas que le pasan a un tipo llamado Bukowski, aun así, ese que narra no es el verdadero Charles Bukowski, nacido en Andernach, en agosto de 1920, si no una voz ficcional que usa el señor Bukowski real para contarnos una fábula, quizás muy semejante a su vida.

Un truco muy utilizado es usar la primera persona, combinándola con la descripción precisa de lugares reales y hechos reales, para, dentro de una ficción, suspender la incredulidad del lector. Es decir, hacerle que se involucre más, que se crea la historia, que se meta dentro pensando que lo que lee es mucho más que palabras.

¿Has visto esas pelis de miedo que siempre dicen basadas en hechos reales?

Pues eso.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Formas

Hay ficciones tan buenas que da igual la manera en que se cuenten. ¿Sabes la historia de Edipo? Layo, rey de Tebas tiene un hijo. El oráculo le dice que cuando crezca, va a asesinarlo y a casarse con su mujer. Layo manda a matar al niño pero el encargado de ejecutar esta orden siente pena y abandona al bebé en un bosque. Edipo es encontrado por un pastor que lo entrega a Pólipo, rey de Corinto. Edipo piensa que es hijo de Pólipo. Un día consulta el oráculo, le dicen que matará a su padre y se casará con su madre. Edipo huye para no cumplir la profecía. Por el camino se encuentra con Layo, su verdadero padre. Tras una discusión lo mata sin saber siquiera que ese hombre es el rey de Tebas. La esfinge, un monstruo mitológico, asolaba Tebas. Se decreta que quien la venza será proclamado rey y desposará a la reina. Edipo lo hace, es investido rey, se casa con la reina -su madre-, tiene con ella cuatro hijos. Tiempo después hay una plaga en la ciudad. La causa es que el asesino de Layo aun no ha pagado su crimen. Edipo se esfuerza por encontrar al culpable. Se descubre la verdad. Yocasta, su madre y mujer, se suicida. Edipo, se saca los ojos. Los tebanos lo expulsan de la ciudad.

No está mal ¿verdad? Siempre he pensado que una historia así puede ser escrita de cualquier forma. Empezando por el final y en flashback, contada desde Edipo, contada desde fuera, en presente, en futuro. Incluso que daría igual si el lenguaje fuera un galimatías ilegible o una colección de lugares comunes. La historia es tan buena que el relato no dejaría de ser genial.

Pero si quieres escribir un cuento sobre un tipo que camina por la calle y se entristece al darse cuenta de que se está haciendo viejo, entonces tienes que poner todo tus recursos en juego para que tu historia sea buena, creíble, profunda, conmovedora y sobre todo que no aburra.

Esto ya es más difícil. ¿No crees?

martes, 26 de febrero de 2008

El Narrador II

¿Entendiste lo de ayer? ¿De verdad? Pues lee lo que sigue:

Llegamos así al día en que tuvimos las pruebas de que la imagen de Glenda se proyectaba ahora sin la más leve flaqueza; las pantallas del mundo la vertían tal como ella misma -estábamos seguros- hubiera querido ser vertida, y quizá por eso no nos asombró demasiado enterarnos por la prensa de que acababa de anunciar su retiro del cine y del teatro. La involuntaria, maravillosa contribución de Glenda a nuestra obra no podía ser coincidencia ni milagro, simplemente algo en ella había acatado sin saberlo nuestro anónimo cariño, del fondo de su ser venía la única respuesta que podía darnos, el acto de amor que nos abarcaba en una entrega última, ésa que los profanos sólo entenderían como ausencia. Vivimos la felicidad del séptimo día, del descanso después de la creación; ahora podíamos ver cada obra de Glenda sin la agazapada amenaza de un mañana nuevamente plagado de errores y torpezas; ahora nos reuníamos con una liviandad de ángeles o de pájaros, en un presente absoluto que acaso se parecía a la eternidad.

Es Queremos tanto a Glenda. Un relato de Julio Cortázar. ¿Ves cómo está escrito? En primera persona, sí, pero del plural. Es un caso bastante raro. Mira esto otro:

LEES ESE ANUNCIO: UNA OFERTA DE ESA NATURALEZA no se hace todos los días. Lees y relees el aviso. Parece dirigido a ti, a nadie más. Distraído, dejas que la ceniza del cigarro caiga dentro de la taza de té que has estado bebiendo en este cafetín sucio y barato. Tu releerás. Se solicita historiador joven. Ordenado. Escrupuloso. Conocedor de la lengua francesa. Conocimiento perfecto, coloquial. Capaz de desempeñar labores de secretario. Juventud, conocimiento del francés, preferible si ha vivido en Francia algún tiempo. Tres mil pesos mensuales, comida y recamara cómoda, asoleada, apropiada estudio. Solo falta tu nombre. Solo falta que las letras mas negras y llamativas del aviso informen: Felipe Montero. Se solicita Felipe Montero, antiguo becario en la Sorbona, historiador cargado de datos inútiles, acostumbrado a exhumar papeles amarillentos, profesor auxiliar en escuelas particulares, novecientos pesos mensuales. Pero si leyeras eso, sospecharías, lo tomarías a broma. Donceles 815. Acuda en persona. No hay teléfono.

Aura, de Carlos Fuentes. Esto es también una forma rara de voz narrativa. Habla en segunda persona. Como si le estuviera diciendo al personaje (o casi al lector) lo que tiene que hacer o lo que va haciendo. ¿Tienes ejemplos parecidos? Los espero.

lunes, 25 de febrero de 2008

El Narrador I

En general hay dos formas fundamentales de narrar una historia. Desde dentro (es decir, en primera persona -me ocurre esto, me ocurrió aquello-) o desde fuera (es decir, en tercera persona -le ocurrió o les ocurrió esto, le ocurre o les ocurre aquello-). Las variantes son muchas pero para comenzar es importante tener claro este punto.

¿Quieres ejemplos?

Juan Rulfo comienza así su novela Pedro Páramo:

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. "No dejes de ir a visitarlo -me recomendó. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte." Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.

Quien habla aquí, quien narra la historia, cuenta lo que le sucedió, es su propio protagonista, Juan Preciado.

En esta otra, Madame Bovary, de Gustave Flaubert, quien nos habla, quien cuenta la historia, es un narrador externo, no sabemos exactamente quién. Es como si alguien que nos relatara lo que va viendo desde su ventana.

Una noche hacia las once los despertó el ruido de un caballo que se paró justo en la misma puerta. La muchacha abrió la claraboya del desván y habló un rato con un hombre que estaba en la calle. Venía en busca del médico; traía una carta. Anastasia bajó las escaleras tiritando y fue a abrir la cerradura y los cerrojos uno tras otro. El hombre dejó su caballo y entró inmediatamente detrás de ella. Sacó de su gorro de lana con borlas una carta envuelta en un trapo y se la presentó cuidadosamente a Carlos quien se apoyó sobre la almohada para leerla. Anastasia, cerca de la cama, sostenía la luz. La señora, por pudor, permanecía vuelta hacia la pared dando la espalda.

¿Entiendes la diferencia?

domingo, 24 de febrero de 2008

Killers

Es un chaval el americano. Debe tener 26 o 27 años aunque es grande y corpulento. Blanco. De lejos se le ve la pinta de turista. Le gustan los toros. La jefa ha estado hablando con él. Dice que es escritor. A ella le van los guiris y los tíos listos. Este parece un poco farsante. Tiene pinta de chulo. Ayer en el bar bebía brandy y apuntaba cosas en una libreta. No le hice caso.
Ha estado arriba casi todo el día. La dueña me dijo que le subiera algo de comer y una botella de vino. Me abrió con cara de sueño. Mientras comía me quedé un rato en la habitación. No tenía nada mejor que hacer. Me dice que ha escrito tres cuentos, que está agotado. Lo dice con cara de orgullo. ¿Tres cuentos de mierda? ¿Y está cansado? Se niega a traducirme uno. Ayer fue San Isidro. Ha nevado. No hay toros. Es Madrid. Es 1927.

viernes, 22 de febrero de 2008

Confesiones

Siempre que leo una novela de esas que se hacen con el único propósito de venderlas como churros me da rabia descubrir mil lugares comunes, tanto en la trama (se repiten hasta el infinito) como en el lenguaje (en general super plano, sin sorpresas). Me da rabia ver que son tan sencillas. Que la gente las compra y las lee. Que los autores se hacen ricos.

Siempre he tenido la tentación de escribir un best seller. Incluso tuve el plan bastante avanzado:

1. Escribir un thriller.

2- Firmarlo con seudónimo.

3- Publicarlo.

4- Pagarle un por ciento a un amigo para que se hiciera pasar por el autor del superventas.

5- Forrarme.

6- Continuar escribiendo mis cuentecillos raros, geniales y difícilmente vendibles.

Supongo es un sueño común de muchos humanos. Doctor Jekyll y Mr. Hyde. Ser un buen padrehijoamigo y a la vez un chuloputas, aventurero.

Comencé mi best seller con fuerza, escribí ocho páginas sin detenerme. Luego vinieron las dudas. La trama me parecía floja, los personajes rocambolescos, todo un rollo, espías, muertos, tiros, chicas malas. Una mierda. Fracaso total. No pude. Al parecer no es tan fácil.

¿Tú alguna vez lo has intentado? ¿Has terminado? ¿Lo has vendido?

jueves, 21 de febrero de 2008

Haciendo

Cuando era adolescente escribí un cuentito de tres o cuatro páginas, creo que aun lo tengo por algún sitio. Luego, a los 22 o 23 años, enamorado, hice un par de historias más que son aun peores que aquella primera. Un día en la universidad, un amigo me enseñó un relato suyo, me gustó tanto y me dio tanta envidia que por puro "yo lo puedo hacer mejor " empecé a escribir casi en serio.

Al principio comenzaba con un par de palabras, una idea, una frase cualquiera y a partir de ahí iba fabricando. A veces me quedaba atascado con unos párrafos que creía geniales pero sin saber cómo seguir. Ahora cada vez me cuesta más escribir sin saber a dónde voy. Me da pereza improvisar. Tengo miedo de perder el tiempo, de tener que dar mil vueltas para acabar una historia que empezó sin una meta clara.

En estos días estoy pensándome una novelita. Tengo más o menos idea de lo que quiero pero no del todo. Estoy tomando notas, tengo que averiguar algunas cosas.

¿Tú cómo te lo montas? ¿Vas haciendo sin saber a dónde vas? ¿Lo planeas todo antes de ponerte a escribir?

miércoles, 20 de febrero de 2008

Malas costumbres

Me estoy danbrownisando. Llevo mucho tiempo sin terminar un libro. Intenté por segunda vez La vida breve, de Onetti. Me encantaba pero fue alargándose hasta que lo dejé. Lo mismo me pasó hace años con el Quijote I, logré terminarlo después de tres o cuatro abandonos (uno de ellos habiendo leído más de la mitad). Ahora La guerra del fin del mundo de Vargas Llosa ha corrido la misma suerte. ¿Mi justificación? Lo de siempre. Que no tengo tiempo, que son muy pesados de llevar en la mochila, que no enganchan... Igual si un día voy a la cárcel podré leerme los clásicos desde La Eneida hasta El Ulises. Un escritor amigo que estuvo muy chungo con una hepatitis, da gracias de haber estado tres meses tirado en la cama sólo leyendo.
Eso sí los Dan Brown me duran dos días, Angeles y demonios, El código, esos los devoro completitos. Que pena ¿no? Suerte de la poesía. De vez en cuando releo a mi Borges o a mi Lorca o a mi Calderón, en voz alta, disfrutando el castellano.
(A Borges no le gustaba Lorca pero eso es pa otro día)

¿Y tu qué? ¿Vas de clásicos o estás igual que yo?

PD:
por si preguntas, el segundo Quijote no lo he terminado.
Y sí, la literatura de este lado del mundo quizás comienza por Homero y no por la Eneida, pero eso sí que lo leí -:)

martes, 19 de febrero de 2008

En serio

Había abandonado el blog. Completamente. Dejé de escribir. Ahora otra vez tengo ganas. Espero que duren. De todas formas sé que de momento no me lee nadie. Llegan naturalmente infinidad de asociaciones: el escritor en una isla desierta, el escritor que no publica, que escribe para sí mismo; los lugares comunes de siempre... Mejor no filosofar tanto y hacer ¿no crees?
Un abrazo
(Besitos a las nenas)