jueves, 27 de noviembre de 2008

Símbolos.

Hace años leí una biografía de los Beatles. Era muy larga, la leí rápido. La he olvidado casi por completo. Creo que sólo recuerdo una anécdota.
Cuentan que en la grabación de una de las canciones -naturalmente no recuerdo cual- Mccartney confunde la letra, y en lugar de HE dice SHE (la canción hablaba al parecer de un hombre). Cuando están escuchando la grabación alguien se da cuenta y comentan de grabar otra vez. Lennon dice que mejor dejarlo como está. Así tendrán algo más que interpretar, dice.
Dentro de la literatura y el arte en general hay quiere entenderlo todo, supongo que es una pretensión legítima, pero lo que me hace verdadera gracia es cómo algunos piensan que sus interpretaciones son las únicas posibles y escriben extensos ensayos sin cimientos hablando de cosas que puede que estén ahí sólo porque si.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Cuatro hojas de trébol.

Al tercer timbre alguien contesta. Hola- dice la voz. Mujer- dice el doctor. Hernández asiente con gesto de fastidio. ¿Sí? - repite la voz - ¿Diga? Hernández aprieta el botón. La comunicación se corta. El doctor sonríe nervioso. Parece que le diera vergüenza ganar. Hernández aparta cinco montones de fichas rojas y se las pasa. «¿Veinticinco más?» «Vale» Hernández se sirve un poco de whisky y lo vacía de un trago. Marca un número. «Bien. Hombre o mujer?» El doctor susurra mujer. «¿Otra vez?» Otra vez- dice y aprieta el botón para llamar. Suenan tres timbres largos. «¿Sí? ¿Dígame?» Hernández cuelga. Hombre- dice. «Creo que era una mujer» Cómo una mujer- explota Hernández- cómo coño va a ser una mujer, ¿está sordo usted? «Me pareció una mujer» «Usted es imbécil» Señor Hernández- interviene Suárez- a mí también me pareció escuchar una mujer ¿Señores? -dice mirando a los otros dos jueces. Mujer, dice uno. Mujer, dice el segundo. «Era un puto hombre» «Señor Hernández, le ruego se relaje» «¿Que me relaje? ¿Cómo coño quieren que me relaje?» «Señor Hernández, estése tranquilo, pulse rellamada y comprobamos» Después de doce timbres sale el típico tono de espera agotada. No lo coge- dice el doctor como disculpándose. Se anula esta- dice Hernández triunfal. «Señor Hernández, una partida no puede anularse» «¿Qué mierda dice?» «Señor Hernández, le ruego por última vez que se tranquilice, las reglas son bien claras». Era un puto hombre, grita. «Le recuerdo que nadie lo obligó a jugar y que usted decidió someterse a las reglas y a los veredictos. Los tres jurados escuchamos una mujer. Debe pagar» La voz sonaba ligeramente amenazadora. Hernández separa de mala gana cinco montones rojos. «Esperamos controle sus exabruptos, por favor» Exabruptos- repite Hernández paladeando la palabra- exabruptos. Se levanta. Pasea por la oficina. Se quita la chaqueta y se sienta. «¿Marca usted doctor?» El doctor sonríe incómodo. Marca un número. «¿Pueden subir el aire?» «Señor Hernández, está a 17 grados» Se echa hacia atrás en el asiento. Esto ya es el colmo, resopla. ¿Veinticinco?- dice el doctor. Hernández duda. Enciende un cigarro. Pensativo le da un par de caladas. Setenta, dice. El doctor mira a Suárez que hace un gesto diciendo que se desentiende. Está bien, setenta- dice al fin el médico. «¿Hombre o mujer?» «Tío… un tío» Hernández se levanta de pronto y saca del pantalón un móvil vibrando. Lo siento, dice. Mira la pantalla. Lo siento, es muy importante. Se va a una esquina. Los otros lo miran en silencio. Discute a gritos con alguien sobre ventas y precios. Luego cuelga. Regresa a su sitio. Parece relajado. «Lo siento, era importante» «Caballeros esperamos no hayan más interrupciones» Lo siento- dice Hernández otra vez. «¿Continuamos?» «El número está marcado, ¿verdad doctor?» El médico asiente. «¿Dije hombre?» «Hombre» Aprieta el botón de llamada. No ha terminado de sonar el primer timbre cuando una voz grave dice «¿Qué pasa?» Hernández da un brinco. «¡Sí cojones! Venga esos setenta. Así se gana esta mierda y no con niñerías» El doctor mueve la cabeza confundido. «Otra más que estoy de suerte, cien a esta» El doctor mira al Suárez. «No tiene que aceptarlo, con veinticinco ya basta» «Déjele hombre, venga doctor, juega o qué» Juego- dice. Hernández marca un número. «Tío o tía?» Hombre- dice el doctor. Varios timbres después salta un contestador. Anulada- dice Suárez. Marque otra vez. Hernández marca. El doctor dice «hombre» y aprieta el botón. Tres timbres después responde una voz femenina diciendo buenas tardes y el nombre de un bufete de abogados. Hernández ríe. El médico aparta varios montones rojos y los empuja al otro lado de la mesa. Hernández cuenta sus fichas. «Estamos como al principio doctor. Igualados». Se sirve un trago. Otra vez se levanta y pasea. El médico lo mira sin decir nada. Lo haremos así, dice Hernández empujando a la mesa todas sus fichas. El doctor niega. Mira nervioso a Suárez. «No pasa nada hombre, ya estoy aburrido de esto. Llevamos aquí cuántas horas. ¿Cinco? ¿Nueve?» Siete horas- dice uno de los jueces. «Pues eso, siete horas y estamos igual que al principio» Les recuerdo señores- dice el Suárez mirando a Hernández - que los veredictos son inapelables. Sopesen bien lo que se están jugando. Es mucho dinero- dice el doctor. Es todo- dice Hernández- cara o cruz, todo o nada, usted es o no es jugador. ¿No decía que buscaba emociones? Nunca he hecho algo así- dice el medico- nunca. Le toca a usted marcar. El doctor se alisa los cabellos con las manos, restriega sus ojos, suspira. Quizás sea lo mejor, dice resignado y tira todas sus fichas sobre la mesa. Una chica ahora, dice Hernández. El medico cuenta en voz alta cada uno de los seis timbres que suenan. «Dime» La voz es clara, limpia, de hombre. Suárez lo mira inquisitivo. Hernández dice sí con la cabeza. «Pues ya está. Ya no hay más» El médico se levanta, no parece feliz. «Nunca fui un hombre rico ¿sabe?» Ahora casi lo es- dice Hernández. «Siempre trabajé duro… nunca había jugado… me dio de mayor… tengo un hijo… de su edad más o menos» «No tiene que sentir pena doctor, la vida es así» Uno de los jueces abre una maleta con billetes. «No es necesario contarlo otra vez doctor, apartaremos nuestra parte» El médico asiente apesadumbrado. Hernández se sirve whisky. Está tirado en el sillón. Grave. Inmóvil. Lo escoltamos a casa doctor- dice Suárez. Se dirigen a la puerta. Hernández no se ha levantado «¿Caballero?» «Me quedo un rato más señores, si no es molestia» Muy bien- dice Suárez- buenas tardes.

martes, 25 de noviembre de 2008

Decálogo menos uno
(Novenálogo)

1- No te duches en tres días. Seguramente tendrás un trabajo más o menos cómodo y coincido contigo en que este es el punto más difícil de la lista. Si te resultara imposible solicitar unas breves vacaciones para convertirte en escritor, no te duches el viernes ni el sábado y espera a la noche del domingo para completar la jugada.
2- Bébete un par de cubatas, si no soportas bien el alcohol puedes ponerle mucha cocacola pero recuerda que lo más importante no es estar borracho si no oler a alcohol. Si fuese necesario puedes derramar la ginebra más barata que encuentres sobre tu ropa.
3- Monta un show en un bar repleto de chicas guapas y rompe un vaso (has de elegir algún bar en el que no haya ningún camarero boxeador que pueda arruinar tu nariz, estos tíos no suelen ser amantes de la literatura hard)
4- Regresa a casa, escribe veinte cuentos en primera persona donde el personaje no se duche, sea pobre, orgulloso y muy talentoso, reniegue publicar, se emborrache y dé escándalos en los bares pijos, se pelee con los camareros y se folle a todas las pijas del bar (naturalmente corriéndose en la cara de cada una). No olvides que tu personaje debe también cagar y vomitar en cada historia. Comprobarás que cuando tienes material interesante eso de escribir es bastante sencillo.
5- Si tus relatos no te parecen suficientemente innovadores quítale las mayúsculas y la puntuación, eso es siempre escandaliza.
6- Si encontraras editor y te dice que vuelvas a puntuar, hazlo pero a tu manera. Eres caótico, no puedes evitarlo.
7- Deberás decir que lo tuyo es el realismo sucio pero recuerda que no te molan bukowski, ni miller ni nadie que mencionen, tú sólo escribes de tu vida, en verdad nunca te ha molado leer. Debes subrayar que repetiste tres veces tercero de primaria, eras un inadaptado desde tu temprana infancia.
8- Si no encuentras editor hazte un blog y deja comentarios incendiarios en los blogs de los burgueses.
9- Cuándo algo no te salga bien has de repetir: es que yo siempre he sido un maldito tío.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Disclaimer.

Hace unos días hablaba de minicuentos y de que en general no me gustaban. Decía que el dinosaurio de Monterrroso me parecía una tomadura de pelo, algo así. A manera de reafirmarme en mis convicciones recordando aquello de que cada regla tiene su excepción os copiaré aquí un cuento de poquísimas líneas del que me enamoré a primera vista y que nunca me he podido sacar de la cabeza.

En el insomnio
El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar el sueño. Da vueltas, como es lógico, en la cama. Se enreda entre las sábanas. Enciende un cigarrillo. Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede dormir. A las tres de la madrugada se levanta. Despierta al amigo de al lado y le confía que no puede dormir. Le pide consejo. El amigo le aconseja que haga un pequeño paseo a fin de cansarse un poco. Que en seguida tome una taza de tilo y que apague la luz. Hace todo esto pero no logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez acude al médico. Como siempre sucede, el médico habla mucho pero el hombre no se duerme. A las seis de la mañana carga un revólver y se levanta la tapa de los sesos. El hombre está muerto pero no ha podido quedarse dormido. El insomnio es una cosa muy persistente.

Virgilio Piñera

martes, 18 de noviembre de 2008

Otra historia absurda

Un tipo regresa a casa tarde en la noche.
Viene de trabajar (escoge tú mismo la profesión: camarero, recepcionista de hotel, vigilante, no importa)
El tipo se encuentra a una chica llorando tirada en el suelo, recostada a la pared de una iglesia (puede ser incluso de la Iglesia de la Mercè)
Le pregunta qué pasa.
La chica es extranjera, está borracha, se ha perdido.
El tipo se desvía de su ruta y acompaña a la chica a su hotel.
Regresa a su casa.
Lo asaltan y lo matan.

¿Es una historia con moraleja? ¿Dado dos hechos consecutivos debemos pensar que uno es causa de otro? ¿Debemos pensar que el autor quería decir que no vale la pena ser bueno? ¿Quizás el autor sólo quería dar a entender que la vida es absurda, hablar del azar?